Leticia Vega

Sobre mi

Mi historia empezó en el punto exacto

donde todo lo que sabía dejó de ser suficiente.

Antes de llegar a la consultoría, tuve un pequeño negocio de invitaciones artesanales y un deseo sincero de hacerlo crecer. Ese emprendimiento me enseñó diseño, comunicación visual y trato con clientes, pero también me mostró lo difícil que puede ser avanzar sin la claridad necesaria para tomar buenas decisiones.

Por eso estudié una maestría en marketing digital.
Entré con ilusión, convencida de que ese conocimiento me permitiría llevar mi negocio al siguiente nivel. Creía que ahí encontraría dirección, estrategia y un camino claro. Pero al terminar, algo no encajaba.

Lo que había aprendido no funcionaba en la práctica. Las ideas eran teóricas, desactualizadas, pensadas para un mundo físico que ya no representaba la realidad del mercado digital. Y aunque obtuve un título, la brecha entre lo académico y lo real se hizo evidente.

Esa etapa me dejó frustración, vergüenza y la sensación de estar haciendo todo lo correcto… sin avanzar.

Fue entonces cuando tuve uno de los momentos más importantes de mi vida profesional.

Recuerdo estar frente a la computadora, viendo con absoluta claridad todo lo que necesitaba aprender para avanzar. Era como mirar una curva de aprendizaje enorme, alta, larga, desafiante. Pero no había opción. O la cruzaba o me quedaba exactamente en el mismo lugar. Y ya no podía quedarme ahí.

Esa decisión no cambió todo de inmediato, pero sí me permitió enfocar correctamente mis esfuerzos.

Comencé a estudiar con profesionales alrededor del mundo que aplicaban estrategias reales, actuales y medibles. Observé cómo funcionaba el marketing cuando se ejecutaba en el mercado real. Analicé qué daba resultados y qué solo sonaba bien.

Y en ese proceso descubrí algo que no esperaba: me apasionaba más el marketing que el negocio de las invitaciones.

Ese fue otro punto de quiebre.
Dejé el negocio y avancé hacia un camino que sí tenía coherencia con la persona en la que me estaba convirtiendo.

A partir de esa claridad, creé mi propia agencia de marketing, hoy llamada Mejora tu Marketing. Desde ahí comencé a implementar estrategias, construir páginas web, crear contenido y ejecutar campañas para distintos profesionales y negocios. La experiencia fue enriquecedora, pero también reveladora: muchos clientes no necesitaban primero una herramienta; necesitaban claridad.

No requerían “más publicaciones” o “otra página web”. Necesitaban entender qué querían construir, qué representaban como marca, qué prioridades eran esenciales en su etapa actual y qué decisiones realmente podían moverlos hacia adelante.

Esa brecha entre implementar y tener una base estratégica sólida fue el puente que me llevó a crear la consultoría.

Entendí que la ejecución solo funciona cuando existe claridad; que la identidad profesional necesita orden, propósito y dirección antes de cualquier acción.

A lo largo de ese proceso entendí algo que hoy es el eje de mi trabajo:

– Uno necesita una actitud mental positiva, sí, pero también clara.
– No se puede avanzar cuando todo es prioridad.
– Y no se puede crecer sin aceptar que algunas cosas quedarán fuera.

Aprendí —a veces por decisión, a veces por necesidad— que la claridad y la visión son la mejor estrategia. Que uno debe elegir pocas cosas, las correctas, las que construyen bienestar a largo plazo. Y que la disciplina no nace de la fuerza, sino de tener un camino que te importa lo suficiente como para comprometerte con él.

Hoy acompaño a profesionales de servicios que atraviesan distintas etapas de crecimiento:
• quienes se sienten estancados,
• quienes quieren crecer con dirección,
• y quienes están redefiniendo la siguiente etapa de su trayectoria después de años de evolución personal y profesional.

Mi trabajo es guiarlos con claridad, ayudarlos a ordenar sus prioridades y a trazar un camino que tenga sentido para quien son hoy. Convertimos conocimiento en dirección, la dirección en decisiones y las decisiones en crecimiento sostenible.

Porque cuando una persona entiende quién es, qué quiere y qué debe dejar fuera, todo comienza a tomar forma.

No se trata solo de destacar, sino de tener dirección.

Y la dirección comienza cuando sabes quién eres, qué valor representas y cómo decides proyectarlo.

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